14/9/09

El misterio del mayordomo

Empezamos a leer El misterio del mayordomo, de Norma Huidobro.
Tomás -inquieto, curioso y metido en todo- va a pasar unos días a una antigua casona, en la que lo espera un enigma: ¿dónde está el antiguo mayordomo? Él lo vio sólo una vez, pero lo recuerda muy bien: no es el mismo de ahora. Entonces, ¿por qué el ama de llaves y la cocinera quieren hacerle creer lo contrario? Con la llegada de Camila, Tomás encontrará una compañera para sus investigaciones. ¿Qué harán para resolver el misterio?
Norma Huidobro

Escritora nacida el 28 de julio de 1949 y vivió en Lanús hasta los 30 años. Los estudios primarios y secundarios los realizó en el Instituto Cristo Rey, posteriormente, cursa la carrera de Letras en la Facultad de
Filosofía y Letras de la U.B.A., también ejerció la docencia en escuelas secundarias para adultos, además coordinó talleres literarios y en la actualidad se desempeña como correctora y redactora de una editorial.
En cuanto a sus libros, su primera novela "¿Quién conoce a Greta Garbo?", (1999) fue finalista del concurso Norma-Fundalectura realizado en Colombia y publicada en el año 2000 por editorial Norma.
En 1999, participa del concurso de Fondo de Cultura Económica (México) con su libro "El sospechoso viste de negro", siendo finalista del concurso y publicado en 2001 por Editorial Norma.
A fines del 2000 gané el primer premio del concurso de literatura infantil "Leer es vivir", de la editorial Everest, España, con el libro "Los cuentos del abuelo Florián (o cuatro fábulas al revés)"; publicado por la Editorial Everest en el 2001.
En 2004 publica un cuento, "Más linda que nunca", en una antología de Santillana: "Relatos de amor y amistad". También en 2004 gana el premio "El barco de vapor", de la Editorial SM, con la novela "Octubre, un crimen". SM lo publicó el mismo año. En marzo de 2005, publica en la Editorial Norma "El misterio del mayordomo".




Nos visita Vicente Muleiro

El 23 de septiembre vendrá a visitarnos el autor del primer libro que trabajamos en el año, Vicente Muleiro.
El libro "Don Perro de Mendoza" se trata de una colección de cuentos infantiles situados en diferentes momentos de la historia argentina, que van desde la colonia hasta la gran inmigración. Entretenidos, curiosos y con muchas posibilidades para aprender desde cuentos la historia de nuestro país.
Para saber algo sobre el autor:
Vicente Muleiro nació en Buenos Aires en 1951, Es escritor y periodista. Publicó dos novelas para adultos: Quedarse con la dama y Sangre de cualquier grupo y cuatro libros de poemas: Para alguien en el mundo estamos lejos, Boleros, Pimienta negra y El árbol de los huérfanos. Obtuvo premios en la Argentina y en España. En el año 2001, en coautoría con María Seoane, publicó El dictador. Trabaja en el diario Clarín. En 1998 ganó el Premio Rey de España de periodismo

3/9/09

Una poesía que también es canción

La vaca estudiosa

Había una vez una vaca
en la Quebrada de Humahuaca.
Como era muy vieja, muy vieja,
estaba sorda de una oreja.
Y a pesar de que ya era abuela
un día quiso ir a la escuela.
Se puso unos zapatos rojos,
guantes de tul y un par de anteojos.

La vio la maestra asustada
y dijo: - Estas equivocada.
Y la vaca le respondió:
¿Por qué no puedo estudiar yo?
La vaca, vestida de blanco,
se acomodó en el primer banco.
Los chicos tirábamos tiza
y nos moríamos de risa.
La gente se fue muy curiosa
a ver a la vaca estudiosa.
La gente llegaba en camiones,
en bicicletas y en aviones.
Y como el bochinche aumentaba
en la escuela nadie estudiaba.
La vaca, de pie en un rincón,
rumiaba sola la lección.
Un día toditos los chicos
se convirtieron en borricos.
Y en ese lugar de Humahuaca
la única sabia fue la vaca.
Ma. Elena Walsh

Bienvenidos!!!!! Un cuento para empezar


EL REY QUE NO QUERÍA BAÑARSE

Las esponjas suelen contar historias interesantes.
El único problema es que las cuentan en voz muy baja y para oírlas hay que lavarse bien las orejas.
Una esponja me contó una vez lo siguiente: En una época lejana las guerras duraban mucho. Un rey se iba a la guerra y volvía treinta años después, cansado y sudado de tanto cabalgar, con la espada tinta en chinchulín enemigo.
Algo así le sucedió al rey Vigildo. Se fue de guerra una mañana y volvió veinte años más tarde, protestando porque le dolía todo el cuerpo.
Naturalmente lo primero que hizo su esposa, la reina Inés, fue prepararle una bañadera con agua caliente. Pero cuando llegó el momento de sumergirse en la bañadera, el rey se negó.
-No me baño -dijo- ¡No me baño no me baño y no me baño!
La reina, los príncipes. La parentela real y la corte entera quedaron estupefactos.
-¿Qué pasa majestad? -preguntó el viejo chambelán- ¿Acaso el agua está demasiado caliente? ¡El jabón demasiado frío? ¿La bañadera es muy profunda?
-No, no y no -contestó el rey- Pero yo no me baño nada.
Por muchos esfuerzos que hicieron para convencerlo, no hubo caso.
Con todo respeto trataron de meterlo en la bañadera entre cuatro, pero tanto gritó y tanto escándalo hizo para zafar que al final soltaron.
La reina Inés consiguió que se cambiara las medias -¡las medias que habían batallado con él veinte años!-, pero nada más.
Su hermana, la duquesa Flora, le decía:
-¿Qué te pasa Vigildo? ¿Temes oxidarte o despintarte o encogerte o arrugarte...?
Así pasaron días interminables. Hasta que el rey se atrevió a confesar:
-¡Extraño las armas, los soldados, las fortalezas, las batallas! Después de tantos años de guerra, ¿qué voy a hacer yo sumergido como un besugo en una bañadera de agua tibia? Además de aburrirme, me sentiría ridículo.
Y terminó diciendo en tono dramático: ¿Qué soy yo, acaso, un rey guerrero o un poroto en remojo?
Pensándolo bien, Vigildo tenía razón. ¿Pero cómo solucionarlo? Razonaron bastante, hasta que al viejo chambelán se le ocurrió una idea. Mandó hacer un ejército de soldados del tamaño de un dedo pulgar , cada uno con su escudo , su lanza, su caballo, y pintaron los uniformes del mismo color que el de los soldados del rey. También construyeron una pequeña fortaleza con puente levadizo y cocodrilos del tamaño de un carretel, para poner en el foso del castillo. Fabricaron tambores y clarines en miniatura. Y barcos de guerra que navegaban empujados a mano o a soplidos.
Todo esto lo metieron en la bañadera del rey, junto con algunos dragones de jabón.
Vigildo quedó fascinado ¡Era justo lo que necesitaba!
Ligero como una foca, se zambulló en el agua. Alineó a sus soldados y ahí nomás inició un zafarrancho de salpicaduras y combate.
Según su costumbre, daba órdenes y contraórdenes . Hacía sonar la corneta y gritaba:
-¡Avanzad, mis valientes! Glub, glub. ¡No reculeís, cobardes! ¡Por el flanco izquierdo! ¡Por la popa...!
Y cosas así.
La esponja me contó que después no había forma de sacarlo del agua.
También que esa costumbre quedó para siempre.
Es por eso que todavía hoy, cuando los chicos se van a bañar, llevan sus soldados, sus perros, sus osos, sus tambores, sus cascos, sus armas, sus caballos, sus patos y sus patas de rana.
Y si no hacen eso, cuénteme lo aburrido que es bañarse.

Fin.


Ema Wolf